martes, 21 de junio de 2011

Verano

El aleteo de los abanicos se confunde con el de los pájaros. El tomate cae a plomo sobre el pepino, la cebolla y el ajo, para que mientras son regados por el oro verde se vaya haciendo el caldo rojo. El cielo oscurece a la misma hora que niños con pistolas de agua juegan a ser soldados. La piel de las azoteas es quemada por el sol, mientras las gotas de agua se deslizan por cuerpos dorados tumbados bajo la luna. Turistas desembarcan en ciudades soñadas en noches de nieve, al mismo tiempo que sus maletas cambian de rumbo. Las puertas entreabiertas dejan pasar la suave brisa que trae consigo el olor a sal impregnado en sus poros. Las macetas se riegan al caer la tarde por manos que sueñan con hundirse en la arena. Las estrellas se presentan invisibles en los cielos olvidados huyendo en busca de otros azul intenso. Los niños chapotean en el cloro, mientras sus padres cabecean bajo las sombrillas de rayas. Hombres de hierro suben el Alpe d´Huez. Espectadores improvisados presencian conciertos de violín en avenidas de sombra. Las rodajas de sandía pasan de mano en mano en los domingos de paella. Los abuelos hablan de los cuentos con sus nietos, mientras sus padres pasean con un helado de limón entre las manos. Los espetos de sardinas se cocinan con aceite de coco embotellado. Los pies se separan del suelo y notas olvidadas en bolsillos secretos te devuelven la cabeza a la tierra. Hoy, la primavera le abre la puerta al verano.