miércoles, 2 de febrero de 2011

Las ventanas de Nueva York

No sabría decir un porcentaje exacto de personas que a la pregunta, ¿cuál es tu ciudad preferida en el mundo? Responderían Nueva York. Pero debe ser alto. Y lo cierto es, que si bien, hay razones de peso para que esto sea así, hay pluralidad de ciudades en el mundo que ofrecen las mismas opciones que NY, entonces ¿por qué es especial?

Hace unos días, charlaba con unos amigos y de un tema a otro, apareció Nueva York como escenario de nuestra conversación. Una amiga me decía la suerte que tuve de poder vivir la experiencia de vivir allí durante un tiempo de mi vida. A veces tienes tan interiorizadas tus experiencias que no las valoras lo suficiente, suele ocurrir con todo lo que tenemos afianzado en nuestra vida. Pues bien, aprovechando esa experiencia vital, he decidido hablar de mi visión sobre Nueva York, basándome en las notas de mi Moleskine y en los recuerdos imborrables de mi memoria.

Esto es NY para mí:

La llegada fue triunfal, no podía haber escogido mejor día para tomar tierra que el 4 de julio, día de la independencia norteamericana. Desde el taxi que me trasladó del JFK a mi alojamiento, pude ver cómo sobre el río Hudson se fundían los fuegos artificiales que conmemoraban tan preciado día.
Recuerdo que aquella noche estaba desbordada, no sabía dónde dirigir mi mirada, no quería pederme ningún detalle. La temperatura era perfecta, ni rastro del conocido calor insoportable del verano neoyorkino.

Al día siguiente "la city" esperaba, así fue como la recién llegada y su primera amiga en la cuidad, Patri, se pusieron en marcha para poder comprobar que edificios como el ESB o el Flatiron existían más allá de las fotografías. Todo deslumbra, aunque mucha culpa de ello la tenga la curiosidad por descubrir cada rincón, lo cierto es que Nueva York tiene una atmósfera distinta. Recuerdo aquel día interminable, de la 96th a la zona habitada en otra época por las Torres Gemelas.



Después del día uno y dos, llegaron más días en los que la mitad de mi tiempo transcurría en interminables clases de inglés en el East Village, esperando la hora de volver a las calles y descubrir un nuevo momento para la memoria. Recuerdo que un día en el metro de camino a clase, en un giro inesperado del vagón caí sobre un señor que leía placidamente, inmediatamente pensé: ¡Qué vergüenza!, pero este pensamiento se disipó tan rápido como mi mente digirió dónde estaba, y el hecho de que probablemente nadie había reparado en la pobre europea torpe (es maravillosa).

Creo que Nueva York es la cuidad anónima por excelencia, aunque siempre encuentras alguien con quien compartir tu tiempo. Es una ciudad en la que todo es posible, si tú tienes la ilusión y la energía para que las cosas sucedan. Es vibrante si aportas tu dosis de locura (hay que saber jugar con la cuidad).

En mi cuaderno de bitácora de aquel viaje hay dos escritos que creo simbolizan lo que para mí fue y qué es Nueva York en sí misma:

“El verano que estuve en NY comprendí las distintas formas que hay de ver la cosas. Creemos constantemente que tenemos la verdad, y no solo la verdad, sino que nuestra forma de ver las cosas es la mejor, no solo la verdadera. El verano que estuve en NY volví a mirar por la ventana, esta vez lejos de otras que me vieron mirar, y volví a escuchar canciones que me han acompañado durante toda mi existencia. El verano que estuve en NY volví a sentir sensaciones que creía perdidas, que sentía lejos. El verano que estuve en NY volví a dormir en Harlem. El verano que estuve en NY volví a llorar de felicidad. Ese verano la gente me sonreía por la calle, lo que demostraba, que no es solo una ciudad viva porque no duerme, sino porque las personas que la habitan, saben sonreír y ver a otras personas. El verano que estuve en NY, quedaban 20 días para volver, cuando me quise quedar para siempre y que el tiempo no pasara”

Un día mientras escribía en un tranquilo café, entre mis notas hay lo siguiente: “Se ha acercado un señor a mi, un loco soñador neoyorquino, y se ha sentado en mi mesa, sin decir nada. Está enfrente de mí, con su café, pero no me mira, creo que solo necesita compañía. Tal vez se haya acercado a mí, porque ha notado que también estoy sola, y no como el resto de las personas de este café, sino porque hoy me siento sola. Cuando tose me pide perdón. Se ha dormido”.

Todo esto, y algunos otros secretos inconfesables, resumen lo que para mi fue mi tiempo en NY. Recuerdo la ciudad en compañía, la de mucha gente maravillosa, que encontré por el camino y me acompañó. Pero también recuerdo la cuidad sola, mis largos paseos con mi música como banda sonora, mi última semana en la que aproveché cada instante libre, para despedirme de mis lugares preferidos, y mis mañanas disfrutando del intenso sol en Central Park. 

Por todo esto, para mí es especial la ciudad de los perritos calientes y los Pretzel, ¿Y para tí? ¿Por qué es especial?

Gracias a Patri, Nacho, Claudia, Inés, Lucia, Fabian, Sophia, Martin, Dario, Jaebin, MJ, Anibal, Fabrizzio y muchos más por todos los momentos vividos.